martes, 24 de mayo de 2016

Regulación de la frecuencia cardíaca


      Aunque el corazón tiene una actividad rítmica intrínseca, existen factores externos a la estructura cardíaca que pueden alterar esta frecuencia basal de contracción. Estos factores son de naturaleza nerviosa y hormonal
 
El sistema nervioso autónomo, a través de sus dos divisiones, simpático y parasimpático, modifica la frecuencia cardíaca. El bulbo raquídeo es el principal sitio de regulación nerviosa de la actividad cardíaca. Este centro del tronco encefálico recibe aferencias de muchos receptores sensoriales y centros cerebrales superiores, como el sistema límbico y la corteza cerebral. En un adulto normal la frecuencia cardíaca es de unos 70 latidos/minuto, si ese mismo corazón se le aísla separándole de sus conexiones nerviosas, pasa a realizar 10 latidos/minuto, que es la frecuencia intrínseca de las fibras del nodo sinusal. De esta forma la frecuencia disminuye y causa bradicardia, o efecto cronótropo negativo, e incluso si la estimulación parasimpática es muy fuerte puede llegar a pararse el corazón. 

Las neuronas simpáticas van desde el bulbo hasta la medula espinal. Desde la región torácica de la medula espinal, los nervios simpáticos cardíacos estimuladores se dirigen hacia el nodo SA, el nodo AV y la mayor parte del miocardio. La estimulación de dichos nervios produce la liberación de noradrenalina, la cual se une a los receptores beta, presentes en las fibras musculares cardíacas. La noradrenalina aumenta la frecuencia de despolarización y con ello aumenta la frecuencia cardíaca. En las fibras contráctiles auriculares y ventriculares, la noradrenalina promueve la entrada de Ca2+ a través de los canales lentos de Ca2+ regulados por voltaje, aumentando, por consiguiente, la contractilidad. 

A su vez, las divisiones simpáticas causan efectos de cronotropismo positivo, inotropismo positivo y batmotropismo positivo. Causando vasoconstricción y vasodilatación, inervando el miocardio, aparato cardionector y las arterias coronarias. 

La bradicardia que se produce durante el sueño, se basa en el incremento de actividad parasimpática y en la disminución de actividad simpática. La estimulación vagal o parasimpática también disminuye la velocidad de conducción del impulso cardíaco, efecto conocido con el término de dromotropismo negativo.

La división parasimpática causa efectos de cronotropismo negativo, inotropismo negativo y batmotropismo negativo. Causando vasodilatación, inervando el miocardio, específicamente las aurículas, el aparato cardionector y las arterias coronarias muy pobremente. 

Los impulsos nerviosos parasimpáticos llegan al corazón por los nervios vagos (X) derecho e izquierdo. Los axones vagales terminan en el nodo SA, en el nodo AV y en el miocardio auricular. Liberan acetilcolina, la que reduce la frecuencia cardíaca mediantes la disminución de la frecuencia de despolarización espontanea en las fibras automáticas. 

En sentido opuesto se encuentra la acción del sistema simpático, la estimulación simpática que puede aparecer en situaciones de fuerte estrés o de intenso ejercicio físico, aumentan la frecuencia cardíaca causando  taquicardia, o efecto cronótropo positivo, hasta alcanzar frecuencias de 200-220 latidos/minuto. La velocidad de conducción también se incrementa por la estimulación simpática.

Además de las acciones debidas a la actividad del sistema nervioso autónomo, existen otros factores que tienen influencia sobre la frecuencia cardíaca. Así, la temperatura, cuyo aumento tiene un efecto cronótropo positivo, observable en la taquicardia que aparece en estados febriles. Este efecto, puramente físico, es debido simplemente al hecho de que el aumento de energía térmica da lugar a una mayor movilidad iónica.

      Por último, también la concentración de potasio extracelular juega un papel importante sobre la frecuencia. Incrementos de K+ producen disminuciones de frecuencia y también de la velocidad de conducción del potencial de acción cardíaco.